Me pregunto …

April 27, 2017

Recientemente escuché la cantata O heilges Geist und Wasserbad de Bach. El texto de la misma está basado en Juan 3:1-15, que fue la lección del Evangelio dada en el servicio donde primero se presentó la cantata. La imagen que se quedó conmigo y sobre la que he estado pensando mucho fue la historia de las serpientes ardientes enviadas contra el pueblo de Israel en el desierto.

Tanto la lección del Evangelio para ese día como la cantata de Bach aluden a eso. Es posible que usted recuerde este tenso episodio ocurrido en el Éxodo. El pueblo de Dios había sido liberado de una aplastante opresión en Egipto—las plagas, la Pascua, caminar en seco a través del mar, el maná del cielo y agua de la roca. Sólo podemos imaginarnos la agitación de esos días tan excitantes en los que Dios liberó a Israel.

Pero ahora la travesía se había prolongado, y tuvieron que desviarse bordeando a Edom. El pueblo se impacientó y se enojó. Comenzaron a murmurar. Habían murmurado antes contra Moisés y Aarón, pero ahora su murmuración iba dirigida a Dios. Resultó ser la misma lista de quejas: “¿Para qué nos trajeron ustedes de Egipto a morir en este desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua! ¡Ya estamos hartos de esta pésima comida!” (Números 21:5).

Ahora recuerde, esta “pésima comida” era el maná del cielo. Dios prometió proveer suficiente para cada persona cada día. Ellos no debían recoger ni más ni menos de la ración para un día. Algunos recogieron más, al no confiar en que Dios sería fiel. Algunos recogieron menos. Estos eran los israelitas luteranos que no creyeron que el amor absolutamente suficiente de Dios era también para ellos.

Ahora, las serpientes. “Por eso el Señor mandó contra ellos serpientes venenosas, para que los mordieran, y muchos israelitas murieron” (Números 21:6). El pueblo había sufrido una calamidad. En su pánico y en su dolor rogaron ser liberados. Dios rescató a Israel, no tanto de las serpientes ardientes, sino de sus propias quejas venenosas e incrédulas que habían aparecido mucho antes que las serpientes. En su incredulidad, Israel se había vuelto en contra de Dios.

El rescate de Israel fue la restauración de su relación con su verdadero Dios, no simplemente el haber escapado de las serpientes. Dios rescató a Israel no sólo de sí mismos, sino también del juicio de Dios. El símbolo de su salvación fue una serpiente ardiente—una serpiente de bronce levantada en un asta. La misma imagen de sufrimiento y muerte era también la imagen de vida y salvación.

De esto es que Jesús habló durante su encuentro con Nicodemo. “Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna” (Juan 3:14-15). De esto habla la cantata de Bach: “Tú sabes, Dios mío, con cuánto dolor siento la mordida de la serpiente antigua; el veneno del pecado destruye mi cuerpo y mi alma. Ayúdame, porque en fe te escogo a ti, imagen roja como la sangre de una serpiente que fue levantada en la cruz”. La cruz en el evangelio de Juan, como el asta con la serpiente de bronce, representa el veneno de la muerte, pero también el poder de Dios de dar vida.

He leído Números varias veces y no hay indicación de que la serpiente se haya ido jamás. La plaga de serpientes siguió siendo una amenaza continua, y la serpiente de bronce levantada siguió siendo un recordatorio continuo de la necesidad de volverse al poder sanador de Dios.

Y aquí está lo que realmente me tiene pensando—la palabra para serpiente ardiente es “serafín.” Serafines. Los mismos ángeles que, junto con los querubines, atienden a Dios. ¿Podrían ser las serpientes ardientes ángeles en forma de serpiente que, como los perros border collie, nos dan un mordisco cuando nos vamos por nuestro propio camino? ¿Podría el ardor de su mordida recordarnos que miremos a la cruz, la muerte de nuestra muerte? ¿Podrían los ángeles en forma de serpientes ser ángeles de la guarda ardientes que nos traen de regreso a la verdad de que, dejados solos, somos indefensos y a veces peligrosos, y que apartados de Dios nada podemos hacer?

Simplemente me lo pregunto.

 

Un mensaje mensual de la obispa presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América. Su correo electrónico es: bishop@elca.org.

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