Liberados para servir
April 2, 2020Los luteranos aprecian la complejidad de la vida. Esto significa que tienen una determinada disposición de conocer el mundo y luego adentrarse en lo que está presente en el momento. Es la capacidad de entender que la realidad puede ser dos cosas a la vez. Esto es la paradoja.
Sabemos que somos justos y pecadores. Sabemos que la palabra viene a nosotros como ley y como evangelio. Confesamos: “Jesucristo, verdadero Dios, engendrado del Padre en la eternidad, y también verdadero hombre, nacido de la virgen María, es mi Señor” (Catecismo Menor).
Ahora, consideren esta paradoja del tratado de Martín Lutero La libertad del cristiano: “El cristiano es libre señor de todas las cosas y no está sujeto a nadie. El cristiano es servidor de todas las cosas y está supeditado a todos”.
Esto es lo que significa ser justificados: “Pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo efectuó” (Romanos 3:24). Lutero resalta que Dios decidió libremente redimir al mundo por medio del acto de Cristo de libremente decidir obedecer la voluntad de Dios. No es lo que hemos hecho o pudiéramos hacer; no depende de nosotros. Esto es sólo obra de Dios, la cual aceptamos por la fe, o en la cual confiamos.
Todo el tiempo y la energía física, emocional y espiritual que he gastado en la autojustificación defensiva probablemente podrían alumbrar a una pequeña ciudad durante mucho tiempo. No es que se condene el trabajo duro, sino que nos damos cuenta de que nunca jamás podremos hacer lo suficiente. El impulso humano por tener rectitud siempre resulta en idolatría, y crea un mundo de suma cero en el cual la ganancia de otra persona es mi pérdida. Esto es inútil y agotador.
En cambio, somos liberados en el gran regalo de la gracia de Dios. Somos los amados. Dios no ubica a las personas en jerarquías de valor. Esta libertad, junto al entendimiento de la justificación, son dos de los regalos más grandes de la Reforma.
Así es como Lutero explica la forma en que Dios afecta nuestra libertad: “Señor Jesús, tú eres mi justicia, así como yo soy tu pecado. Has asumido lo que es mío y me has dado lo que es tuyo” (Obras de Lutero, 48:12-13). Nadie ni nada puede quitarnos eso. En esta libertad somos sin duda “libres señores de todas las cosas ¡y no estamos sujetos a nadie!”
Aquí es donde Lutero hace de la libertad cristiana una paradoja. Como ya no somos aplastados por el peso de la autojustificación, sino que somos gloriosamente libres por estar atados a la justicia de Cristo, somos libres de servir al prójimo. “No haré nada en esta vida, excepto aquello que creo que es necesario, provechoso y saludable para mi prójimo, ya que por medio de la fe, en Cristo tengo abundancia de todas las cosas buenas” (La libertad del cristiano).
Nuestro gozo y gratitud nos hacen querer servir al prójimo. De hecho, estamos obligados a servir al vecino. En el amor nuestra libertad nos convierte en “siervos, completamente atentos a las necesidades de todos”.
El entendimiento de Lutero de la libertad cristiana es un rechazo y una corrección del mensaje cultural actual de cuidarse uno mismo o cuidar a la propia tribu en primer lugar, incluso a expensas de los demás. Erigimos fornteras, aunque el amor de Cristo es ilimitado.
Y aquí hay otra paradoja: con este amor ilimitado, Dios nos ha unido a su ser en Cristo. De la misma manera, somos siervos el uno del otro y estamos unidos al prójimo.
La teóloga de la ELCA Mary Streufert señala que así como ahora participamos en la justicia y la vida de Cristo, porque estamos unidos a Dios a través de Cristo, también estamos unidos al prójimo en Cristo. Ella dice que esto es una especie de vulnerabilidad aterradora ante las necesidades de los demás. Estar unidos de esta manera disuelve todas las fronteras.
Hay muchas cosas en el mundo que podrían hacer que nos desconectemos unos de otros, para abastecernos de suficientes provisiones—literal y figurativamente—a fin de que nada nos pueda tocar. Nuevamente una paradoja; al construir nuestra propia seguridad nos hacemos prisioneros. Es sólo en la libertad de Cristo, vivida en el servicio al prójimo, que realmente somos libres.