Redimidos, reconciliados y unidos
April 8, 2021Dos veces en los Evangelios aparece la historia de una mujer que unge a Jesús con nardo puro, una en Marcos y otra en Juan. En Marcos, una mujer, cuyo nombre no se menciona, va donde Jesús y unge su cabeza. En Juan, es María de Betania, la hermana de Marta y Lázaro, la que unge los pies de Jesús. En ambos Evangelios la unción ocurre pocos días antes de la crucifixión. En ambas historias los discípulos critican a las mujeres por su extravagancia gratuita. En ambas historias Jesús defiende a las mujeres y declara que éstas han ungido su cuerpo para la sepultura.
Este es un Jesús muy humano que enfrenta su muerte inminente y hace una pausa en medio de toda la agitación para ser ministrado con tanta ternura. Jesús está con sus amigos compartiendo una comida en la cálida compañía de éstos. Pronto su cabeza y sus pies serían perforados por espinas y clavos. Pero en estos momentos, su cabeza y sus manos reciben alivio. En Juan oímos que la casa se llenó de la fragancia del perfume (12:3).
Poco antes de esto, Jesús había levantado a Lázaro de entre los muertos. La impaciente Marta corrió a encontrarse con Jesús y lo reprendió por no haber llegado antes. Cuando Jesús mandó a quitar la piedra de la tumba, Marta advirtió: “Señor, ya debe oler mal, pues lleva cuatro días allí” (Juan 11:39). Una fragancia muy diferente.
Poco después de que fuera ungido con nardo puro, Jesús se reuniría con sus discípulos para comer la Pascua. Queridos amigos, buena comida y vino, y el recuerdo de no sólo la lucha espiritual por la libertad, sino también de la experiencia física de la opresión y la violencia contra sus propios cuerpos en Egipto. El pan y el vino de esa cena alimentaron y calentaron los cuerpos de los discípulos.
Yo tenía un colega que una vez dijo que nuestra falta de conciencia de nuestra hambre espiritual —con lo distraídos que estamos con todas las preocupaciones de la vida— es como alguien que ni siquiera se da cuenta de que tiene hambre hasta que siente el olor a pan horneado. Stephen Bouman, ex director ejecutivo de la unidad de Misión Doméstica, recuerda que durante su niñez, cuando sus padres regresaron de recibir la comunión, olían diferente —ciertamente a vino, pero también a una fragancia de vida.
Todo esto apunta a la creaturalidad —la de Jesús y la nuestra. De maneras significativas y a veces desastrosas, nos hemos separado de la creación y del Creador. Adán se formó a partir de Adamah, el polvo de la tierra. Adán era la criatura terrestre. Somos criaturas terrestres.
Al comienzo de la Cuaresma oímos: “Recuerda que eres polvo, y al polvo volverás”. Con demasiada frecuencia en el pensamiento occidental, el mundo material creado ha sido considerado inferior al espiritual, como si Dios divorciara su propio ser del universo que creó en amor. El pronunciamiento social de la ELCA “El cuidado de la creación: visión, esperanza y justicia” de 1993, reconoce que la separación que la humanidad ha hecho de Dios y del resto de la creación es la causa causa central de la crisis ambiental (elca.org/socialstatements). ¿Podemos volver a casa a Dios, a la creación y a nosotros mismos?
Justo antes de su crucifixión Jesús dijo a sus discípulos: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto” (Juan 12:24). Cae en la tierra, la tierra creada. Dios sigue creando.
Volvamos al nardo. El nardo era raro y costoso. También era penetrante. Ha sido descrito como terroso, leñoso, húmedo, rancio. En resumen, olía a tierra. Y era fuerte. El relato de Juan dice que la fragancia llenó la habitación. Es probable que esa fragancia se aferrara al cuerpo de Jesús en la cruz y en la tumba. Aquí estaba el logro completo de la Encarnación —la criatura terrestre del Edén es redimida por la criatura terrestre del Calvario, Emmanuel, Dios con nosotros. Toda la creación es reconciliada.
Este mes de abril celebramos la Pascua y observamos el Día de la Tierra. El cielo y la tierra se encuentran —redimidos, reconciliados y reunidos en la belleza de la obra amorosa del Creador.
Un mensaje mensual de la obispa presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América. Su dirección de correo electrónico es bishop@elca.org.