La cruz es el verdadero regalo de la Navidad
December 2, 2021Recuerdo esta imagen discordante: Fue en el servicio de Nochebuena a la luz de las velas en mi congregación de origen. Una pancarta que representaba a María y Jesús en el pesebre había sido colgada del techo en la parte delantera de la nave, ocultando completamente la gran cruz suspendida. Había visto esa pancarta los domingos por la mañana, pero en esta Nochebuena, en la semioscuridad, apareció algo más. Un foco que iluminaba la cruz se reflejaba ahora en la pancarta y creaba el efecto de que el contorno de la cruz apareciera como fondo de la escena navideña.
¿La cruz en Navidad? Yo no quería que el Cristo crucificado proyectara una sombra sobre el niño Jesús. La Navidad tiene que ver con ángeles y pastores, y el bebé acostado en un pesebre, no con traición y muerte. Esto no me gustó.
La Navidad puede ser una temporada tan tensa. Se le obliga a llevar tanta carga emocional. Debemos estar felices. Debemos estar llenos de buen ánimo. Debemos estar en casa rodeados de familia. Debemos convertir nuestras vidas en los finales felices de cada especial de Navidad que dan en la televisión. Hay un cierto afán de que todo esté hecho, de conseguir que todo esté perfecto al toque de la medianoche del 24 de diciembre.
La cultura secular refleja esto. A Christmas Carol [Un cuento de Navidad] y How the Grinch Stole Christmas [¡Cómo el Grinch robó la Navidad!] son historias de redención. La canción “I’ll Be Home for Christmas” [Voy a estar en casa para Navidad] y la película Home Alone [Mi pobre angelito] están llenas de nostalgia. Recuerdo un episodio de M*A*S*H en el que los médicos de la sala de operaciones retrasaron el reloj a las 11:59 p.m. del día 24 para que la muerte de un joven soldado no se registrara en Navidad.
¿Pero, qué es lo que anhelamos?
Ciertamente queremos paz en nuestros hogares y en el mundo. Queremos amor y un lugar al cual pertenecer. Queremos la vida y el fin de todas las cosas letales en el mundo que acarrean muerte y destrucción. Queremos reconciliación. Queremos reposo. Queremos esperanza. Queremos la seguridad de que todo esto tiene un significado. Queremos saber que a alguien le importa. Así, pues, tratamos de lograr todas esas cosas y de meterlas en las semanas que hay entre el Día de Acción de Gracias y el Día de Navidad. No es de extrañar que el 26 de diciembre nos encontremos agotados y vacíos. La escena del centro comercial el día después de Navidad —la devolución de juguetes dañados y de suéteres que no nos quedaron o que no queríamos, el aspecto revuelto de las decoraciones navideñas y el papel de envolver a precios rebajados— es la versión minorista de la realidad de un mundo quebrantado que no conoce la paz, el amor o la esperanza. Excepto que…
La esperanza de la Navidad se cumple el Viernes Santo. La cruz es parte de la Navidad. “Clavos, lanza lo atravesará, la cruz será llevada por mí, por ti; salve, salve al Verbo hecho carne, al niño, al hijo de María” (Evangelical Lutheran Worship, 296). Todas nuestras glorias navideñas se cumplen en la glorificación de Jesús en la cruz. Tenemos paz. Tenemos esperanza. Somos amados. Y no solo en Navidad.
La cruz es el regalo de la Navidad. A través de ella Dios reconcilia y sana. A través de ella es conocido el amor de Dios, y en el amor de Dios somos conocidos y tenemos nuestro hogar. Y es un regalo. No tenemos que gastar nuestra energía y tiempo esperando atraer el regalo o el Dador por hacerlo todo bien para Navidad. Si no estamos físicamente en casa, si nuestras vidas no se han convertido en los finales felices de los especiales navideños en televisión, si nos hemos alejado de la familia, si no estamos alegres, incluso si muriéramos, este regalo de la vida nos ha llegado.
Seamos amables con nosotros mismos y con los demás este Adviento y esta Navidad. No nos preocupemos por las vidas imperfectas y los preparativos incompletos de los días festivos. Nunca lo haremos del todo bien. Ese es trabajo de Dios. Es el mejor intercambio de regalos de la historia. Martín Lutero escribió: “¿No es este un intercambio hermoso y glorioso, por el cual Cristo, que es totalmente inocente y santo, no sólo toma sobre sí el pecado de otro, es decir, mi pecado y mi culpa, sino que también me viste y me adorna, que no soy más que pecado, con su propia inocencia y pureza? Y luego muere además la vergonzosa muerte de la cruz por mí… para que yo pueda vivir con él eternamente” (Luther’s Works [Obras de Lutero], Vol. 51).
Un mensaje mensual de la obispa presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América. Esta es una reimpresión de su columna de diciembre de 2014 en Living Lutheran. Su dirección de correo electrónico es bishop@elca.org.