¿Podemos responder la pregunta por qué?
August 26, 2022Una vez, para educación continua, me inscribí en un curso de introducción a la filosofía en la universidad comunitaria. Estudié educación musical en la universidad, y nunca tomé cursos de filosofía. Dado que la filosofía y la teología están tan estrechamente relacionadas, pensé que ya era hora de familiarizarme mejor con la tradición filosófica occidental. Así que fui a aprender cómo los grandes filósofos han abordado las cuestiones de la existencia humana.
Fue una experiencia interesante. A medida que avanzábamos a través de siglos de filosofía occidental, parecía que los filósofos cambiaban su forma de abordar los “grandes interrogantes”: es decir, la trascendencia, el sufrimiento, el rol de la voluntad. El proceso entero era dirigido por un profesor que se describía a sí mismo como un mormón no practicante, quien me parece que nunca llegó a salir del ambiente de protesta de la década de 1960.
Esta convergencia de un profesor que estaba tratando de superar su rechazo de su tradición y los sistemas filosóficos que prestaban más atención al “cómo” que al “por qué” me resultaba incómoda. No me convenció el determinismo, especialmente cuando un estudiante lo usó para explicar una decisión bastante desafortunada que tenía que ver con beber y conducir (nadie resultó herido). ¿Qué estaba supuesta a hacer una joven luterana?
Me llegó la oportunidad cuando el profesor asignó la escritura de un ensayo sobre nuestra comprensión de cualquiera de las filosofías abarcadas en clase. Me metí de lleno. Esta asignación era para obtener crédito adicional, y su propósito era dar una segunda oportunidad a aquellos que corrían el peligro de reprobar el curso. Como yo no entraba en esa categoría, inmediatamente me convertí en uno de “esos estudiantes” (estoy segura de que mis compañeros de clase usaron un lenguaje más grosero).
Titulé mi ensayo “Cómo o por qué: La mecánica newtoniana vs. una metafísica cuántica”. Un poco llamativo, pero me había propuesto una misión. Quería indicarle a mi profesor que en la vida hay más que el “cómo” de las cosas, que hay significado y trascendencia, aunque no podamos percibirlos mediante la razón o la comprensión humana. Quería dar testimonio de mi convicción de que en la vida ocurren más cosas que solo una mecánica y técnica que conducen a alguna conclusión determinista. Y quería señalar la verdad que había experimentado: que hay un ser amoroso y relacional que se preocupa por nosotros y por la creación.
Evidentemente, el profesor quedó desconcertado por el gran empeño que puse en el proyecto, y me quitó cinco puntos por haber usado una contracción. Pero el punto en ese entonces, al igual que ahora, era que nosotros, como cultura y como iglesia, nos hemos vuelto competentes para hablar sobre el “cómo” de las cosas. Para la iglesia, esto significa que “cómo” se ha convertido en la pregunta que determina lo que enfocamos, cómo vivimos, dónde asignamos los recursos.
Hemos desarrollado programas —programas hermosos— sobre cómo llevar a cabo la educación cristiana, adoración, mayordomía, defensa, justicia, evangelismo, ministerio global y ministerio juvenil. No descuide ninguno de estos. Pero ¿podemos, como iglesia, responder la pregunta por qué?
Mientras conversamos este año acerca de la dirección futura y las prioridades de esta iglesia, esta es la pregunta que debemos responder. Si no podemos contestar esta pregunta claramente y con convicción, no visualizo muchos cambios para nosotros.
En el Catecismo Menor, Martín Lutero nos da cierta dirección: “Creo que Jesucristo, verdadero Dios engendrado del Padre en la eternidad, y también verdadero hombre nacido de la virgen María, es mi Señor, que me ha redimido a mí, hombre perdido y condenado, y me ha rescatado y conquistado de todos los pecados, de la muerte y del poder del diablo, no con oro o plata, sino con su santa y preciosa sangre y con su inocente pasión y muerte; y todo esto lo hizo para que yo sea suyo y viva bajo él en su reino, y le sirva en justicia, inocencia y bienaventuranza eternas, así como él resucitó de la muerte y vive y reina eternamente”.
Esto es absolutamente verdadero.