Un testimonio común
October 13, 2022Uno de los privilegios distintivos de esta llamada como obispa presidente es ver a la iglesia trabajando en nuestro país y en todo el mundo. El movimiento luterano está vigente y habla del evangelio con una voz distintiva. Domingo tras domingo las buenas nuevas son proclamadas de acuerdo a las Escrituras y a las Confesiones Luteranas. En cientos de idiomas y dialectos, la promesa divina de gracia, reconciliación, y libertad es recibida y celebrada en lugares que Martín Lutero no llegó a saber que existían. Somos parte de una familia mundial.
Somos iguales en muchos sentidos y en las formas más importantes. La cruz es nuestro centro. La fe, la gracia, y la Escritura son nuestras únicas guías. Una clara comprensión del quebrantamiento humano y de nuestra incapacidad de salvarnos a nosotros mismos nos separa de las presiones sociales, e incluso teológicas, que tratarían de alejarnos de la fuente de nuestra vida y libertad. Un mundo edificado sobre obras e individualismo promete una salvación basada en nuestro propio esfuerzo, y niega la salvación si fallamos. El movimiento luterano apunta hacia otro modo. Este es nuestro testimonio común.
También hay expresiones gloriosas específicas de las regiones, los países, y la historia: gobernanza; organización; el papel de laicos, diáconos, pastores y obispos; y la edad para la primera comunión, por nombrar algunos. ¡Y eso es sólo la ELCA! En todo el mundo, la expresión del luteranismo adquiere muchos sabores diferentes–literal y figurativamente.
En la Diócesis de Norte de la Iglesia Evangélica Luterana del sur de África, el atole es un alimento esencial en todas las comidas, y por eso oran: “Danos hoy nuestro atole de cada día”. Los sanadores espirituales son parte importante de la vida y el ministerio de la iglesia luterana de Madagascar. Los luteranos de México celebran el día de la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, que cae un día antes de la celebración de Santa Lucía en Suecia. Los luteranos de todo el mundo se sujetan al elemento central, y se adaptan para hacer el Evangelio accesible.
Parte del genio de Lutero fue hacer que las Escrituras, la predicación y la adoración estuvieran disponibles en el idioma del pueblo. De hecho, este año celebramos el 500 aniversario de la publicación de su traducción del Nuevo Testamento del griego antiguo al idioma alemán, conocido como el “Testamento de septiembre”. Esta publicación preparó el camino para otras traducciones de la Biblia, poniendo ésta al acceso de las personas tanto en la iglesia como en sus hogares. Todas estas variaciones hacen que el movimiento luterano sea más rico, especialmente cuando compartimos a través de fronteras y culturas.
Es bueno recordar los acontecimientos del siglo XVI, pero no deberíamos quedarnos atascados allí. Tenemos que preguntarnos qué significa ser luterano en el siglo XXI. Lo que significa para las 149 iglesias miembros de la Federación Luterana, que representan a más de 77 millones de miembros en 99 países, que están explorando la identidad luterana. Para algunas iglesias miembros con una tradición de iglesia estatal —Suecia, por ejemplo—, la identidad luterana es un concepto novedoso. La iglesia luterana era “la Iglesia”, y no había necesidad de pensar en la identidad. Ahora muchas iglesias de África y Asia están forjando una expresión autóctona de lo que significa ser luterano. Sí, todavía cantan himnos ambientados en melodías de himnos alemanes, suecos, y norteamericanos, pero también están desarrollando música y adoración usando instrumentos y estilos tradicionales.
¿Cuál será nuestra identidad luterana en la ELCA? Todavía atesoramos nuestras raíces de inmigrantes –y deberíamos hacerlo. Pero si nuestras identidades étnicas se convierten en sinónimo de identidad luterana, estamos errando el tiro. El Evangelio, y la clara exposición que hizo Lutero del mismo, trascienden las fronteras humanas. Cuando la lengua vernácula de una sola cultura se convierte en el lenguaje establecido del pueblo, obstaculizamos el curso libre del Evangelio en el mundo. Podemos convertirnos en un rostro alternativo del cristianismo en la cultura, uno que se mueve a través de las divisiones, está destinado a todos, y que es un don gratuito y liberador.