Para celebrar el Mes de la Herencia Hispana, del 15 de septiembre al 15 de octubre estamos hablando con luteranos de ascendencia latiné para amplificar las voces de nuestros hermanos en Cristo. Hoy estamos hablando con Jennifer De León, directora de justicia racial en la Oficina de la Obispa Presidente.
Las respuestas han sido editadas para su publicación.
¿Cómo está conectada con la ELCA?
Creo que primero me conecté con la iglesia luterana por medio de la invitación y la relación. En ese entonces yo era organizadora comunitaria, y estaba concentraba en la juventud y la vivienda. Parte del trabajo consistía en convocar a los líderes religiosos. En cada reunión la gente oraba y decía: –¡Sí, esto es lo que la iglesia debe estar haciendo! Pero cuando llegaba el día de hacer el trabajo, una de estas personas me llamaba la atención. Se presentaba con regularidad y también traía a los miembros de su iglesia: Anna Kari-Johnson, que entonces era la pastora de Cristo Rey Lutheran en Chicago.
Fui testigo de lo que es la fe en acción en su ministerio de presencia y la regularidad con la que venía. Ella sigue siendo una pastora con un corazón para las personas y, por supuesto, en cada encuentro me hizo una invitación a visitar su congregación. Asistí un día y dije que iba a trabajar con los niños para desarrollar un ministerio de música. Afirmé que cuando terminara ese trabajo dejaría de asistir, pero nunca me fui. Incluso, después de que Cristo Rey tuvo que cerrar nuevamente, me encontré en otra iglesia luterana latiné en el vecindario Humboldt Park de Chicago.
No solo me convertí en miembro de una iglesia luterana, sino que también he caminado desde entonces con esta comunidad de fe como líder y presidenta del consejo congregacional a nivel local. A nivel nacional he servido como parte de los Servicios Sociales Luteranos de Illinois, directora de política pública de la ELCA, presidenta de la Asociación Latina, y miembro del programa de liderazgo de Global Musician Educators [Educadores Globales de Músicos]. De ahí trabajé durante varios años con Mujeres de la ELCA, y actualmente sirvo como directora de justicia racial en la Oficina de la Obispa Presidente.
¿Cómo cree que la ELCA puede amplificar mejor las voces latinés?
Siento que amplificar nuestras voces es más que simplemente escuchar y crear espacio para el liderazgo. No se trata solo de decir que aquí hay un lugar en la mesa. Se trata de dejar que los líderes latinés guíen los procesos, y confiar en su criterio y experiencia cuando los invitas a ser parte de los círculos que toman las decisiones.
Como iglesia también debemos seguir trabajando por la inclusión de todos. Una forma de lograr esto es mediante oportunidades multiculturales e interculturales para todas las intersecciones. ¡Y hay muchas! Al hacer esto fortalecemos los lazos y cultivamos capacidades interculturales en todos los ámbitos.
¿En qué formas puede la ELCA ser más inclusiva de la comunidad latiné?
No existe la salsa secreta para la inclusión, ¡pero se puede empezar desde tantos lugares! Primero, el punto de partida más significativo para ser más inclusivos de la comunidad latiné es entender nuestra identidad y saber que no es homogénea. Somos morenos e indígenas, hablamos varios idiomas, y venimos de innumerables culturas.
La diversidad multicultural que abarca lo que significa ser latiné no termina ahí. Tenemos una larga y rica historia con los Estados Unidos y la iglesia luterana. Hay latinos cuya herencia se remonta a antes de que Estados Unidos fuera Estados Unidos, y recuerdan cuando la frontera fue movida. No todos cruzan una frontera, mientras que otros son inmigrantes. Nuestras comunidades están llenas de personas que son altamente educadas y de aquellas que no tienen acceso a una educación completa. Algunas de nuestras iglesias latinas más antiguas en Puerto Rico son anteriores a la ELCA. La Iglesia Evangélica Luterana Frederick en Charlotte Amalie, Islas Vírgenes, aunque no es una congregación latiné, es la iglesia luterana continua más antigua del hemisferio occidental. Incluso mi propia historia es increíblemente diversa como hija de inmigrantes guatemaltecos. Entonces, cuando escucho a los comités y equipos de estrategia hablar de atraer a personas más diversas, no puedo evitar pensar: Nosotros. Hemos. Pasado. Por. Ahí. Tenemos una larga historia con el luteranismo, y sí, también tenemos luteranos de nacimiento de segunda, tercera y cuarta generación.
Puede parecer un poco abrumador; si es así, existen muchas diferencias. ¿Qué podemos hacer para ser inclusivos? Además de aprender proactivamente sobre cuán diversa es la comunidad latiné, apoye a nuestros líderes latinés. Nuestros líderes son un regalo para la iglesia. Ellos desarrollan recursos e innovan la forma en que hacemos iglesia.
¿Cómo ve a la comunidad latiné representada en su sínodo e iglesias locales?
A nivel sinodal, doy gracias por nuestro obispo local, Yehiel Curry, y su respaldo al liderazgo latiné. Él está muy comprometido con nuestros ministerios latiné y les da su apoyo. Debido a esto seguimos teniendo más pastores latinos que salen de nuestro Sínodo Metropolitano de Chicago.
Además, nuestro sínodo tiene una estrategia latinx y un grupo de estrategia latinx muy activo dirigido por María Rojas-Banda, una pastora que es parte del personal del sínodo. El grupo rota la ubicación de sus reuniones entre las diversas iglesias latinés del sínodo, lo que profundiza nuestras conexiones. Ellos ayudan a planificar los eventos del sínodo, apoyan la estrategia, y sirven como asesores del sínodo en asuntos relacionados con la financiación de los ministerios latinés.
A nivel congregacional, continúo al servicio de la misma comunidad de la que me hice parte hace tantos años, la Iglesia Luterana Trinidad de Chicago. Una vez al mes servimos entre 80 y 100 personas de la comunidad que no tienen vivienda o están desamparadas. Tal vez Trinidad no es la iglesia más grande o próspera, pero aun así queremos servir a nuestros vecinos y conectarnos con ellos. No solo para dar comida, sino también para darles el sentido de que, con nosotros, estás en casa. Abrimos nuestras puertas, y si pasas por aquí, siempre nos aseguraremos de que no te vayas con hambre ni sed. Esta forma de ser habla de uno de los factores unificadores que encontrarás en las comunidades latinés. Todos tuvimos esa abuelita o tía que siempre nos daba comida cuando íbamos a visitarla. Tuviésemos hambre o no, se nos proveería física y espiritualmente, porque entrar en la casa de ellas significaba que uno también estaba en casa. Me acuerdo de eso durante las comidas mensuales en Trinidad. Nos sentamos con la gente y compartimos una comida. Tocamos música, cantamos, bailamos y uno se siente como en familia.
La teóloga cubanoamericana Ada María Isasi-Díaz definió el término lo cotidiano como “las experiencias vividas a diario que proporcionan las ‘cosas’ de nuestra realidad”. En muchos sentidos, así es como la comunidad Latiné hace presencia y muestra amor. Es la forma en que, como iglesia, mostramos fe —lo cotidiano.
¿Qué le da esperanza?
La esperanza es difícil, especialmente con todos los retos que enfrentan las personas de color en la iglesia y en el mundo, porque la iglesia es un reflejo de lo que sucede en el mundo.
Pero luego pienso en mi gente y mi comunidad, y no puedo evitar encontrar esperanza. La veo en los ancianos, las viejitas y los viejitos, que dicen: “Donde comen dos comen tres”. La veo cuando nos sentimos obligados a dar a los demás lo que tenemos porque nuestras mamás o abuelas o papás nos enseñaron que es lo correcto. Veo esperanza cuando el hombrecillo con andadera en la iglesia insiste en poner las mesas. Tenemos que creer que él puede hacerlo, o escucharemos sus regaños. Lo veo que lleva una silla a la vez a pesar de estar con dolor. Nuestros ancianos no se rinden. –Aquí estamos y no nos vamos– dicen ellos. –Estamos aquí, y no vamos a ninguna parte.
¿Por qué cosas ora usted?
Hay tantas cosas por las que oro. Oro por mi iglesia, por fortaleza. Oro por otras personas de raza negra, indígenas y de color que son líderes en la iglesia. Oro por la iglesia con i minúscula porque, para mí, la iglesia es su gente. Ruego que podamos seguir viendo que Dios está con nosotros, con todos nosotros. Ruego que podamos seguir viviendo nuestro llamado bautismal y ser una iglesia que ayude al vecindario y alimente al desconocido. Oro que continuemos creciendo y siendo iglesia en el mundo real con y entre los migrantes, tiroteos y desastres. Y en todo eso, oro que podamos hacer presencia de manera auténtica y significativa. Escucha mi oración Señor. Amén.
English Translation:
In celebration of Hispanic Heritage Month, from Sept. 15 through Oct. 15, we are speaking with Lutherans of Latiné descent to amplify the voices of our siblings in Christ. Today we are speaking with Jennifer De Leon, director for racial justice in the Office of the Presiding Bishop.
Responses have been edited for publication.
How are you connected to the ELCA?
I think I first connected to the Lutheran church through invitation and relationship. I was a community organizer then, focused on youth and housing. Part of the job involved convening religious leaders. At every meeting, people would pray and say, “Yes, this is what the church needs to be doing!” But when the day would come to do the work, one of them stood out to me. She showed up consistently and also brought her church members: Anna Kari-Johnson, then pastor of Cristo Rey Lutheran in Chicago.
I witnessed what faith in action means through her ministry of presence and how she constantly showed up. She continues to be a pastor with a heart for people and, of course, with every encounter came an invitation to visit her congregation. I went one day and said I would work with the children to develop a music ministry. I said I wouldn’t keep going after finishing, but I never left. Even after Cristo Rey had to close again, I found myself at another Latiné Lutheran church in Chicago’s Humboldt Park neighborhood.
I not only became a member of a Lutheran church, but I have walked with this community of faith since then as a leader and congregation council president on a local level. On a national level, I served as part of Lutheran Social Services of Illinois, director of public policy for the ELCA, president of the Latino Association, and a member of the Glocal Musician Educators leadership program. From there, I worked for several years with Women of the ELCA, and I currently serve as the director for racial justice in the Office of the Presiding Bishop.
How do you believe the ELCA can better amplify Latiné voices?
I feel that amplifying our voices is more than just listening and creating space for leadership. It’s not about just saying here is a place at the table. It’s about letting Latiné leaders guide processes and trusting their judgment and expertise when you invite them to be part of decision-making circles.
As a church, we also need to continue working toward inclusion for everyone. One way to achieve this is through multicultural and cross-cultural opportunities for all the intersections. And there are many! In doing this, we strengthen bonds and grow in cross-cultural competencies across the board.
What are ways in which the ELCA can be more inclusive for the Latiné community?
There is no secret salsa (sauce) for inclusion, but there are so many places to start! First, the most significant starting point in being more inclusive with the Latiné community is understanding our identity and knowing it is not homogenous. We are Black and Indigenous, we speak multiple languages, and we come from myriad cultures.
The multicultural diversity that encompasses what it means to be Latiné doesn’t end there. We have a long and rich history with the United States and the Lutheran church. There are Latinos whose heritage goes back to before the U.S. was the U.S., and they remember when the border moved. Not everyone crosses a border while others are immigrants. Our communities are full of people who are both highly educated and those who don’t have access to a complete education. Some of our oldest Latino churches in Puerto Rico predate the ELCA. Frederick Evangelical Lutheran Church in Charlotte Amalie, Virgin Islands, although not a Latiné congregation, is the oldest continuous Lutheran church in the Western Hemisphere. Even my own story is incredibly diverse as the daughter of Guatemalan immigrants. So when I hear committees and strategy teams talk about bringing in more diverse people, I can’t help but think: We. Have. Been. Here. We have a long history with Lutheranism, and yes, we have second-, third- and fourth-generation cradle Lutherans too.
It may feel a little overwhelming; if so, many differences exist. What can we do to be inclusive? In addition to proactively learning about how diverse the Latiné community is, support our Latiné leaders. Our leaders are a gift to the church. They develop resources and innovate the way we do church.
How do you see the Latiné community represented in your synod/local churches?
On a synodical level, I’m grateful for our bishop, Yehiel Curry, and his support of Latiné leadership. He is very committed and supportive of our Latiné ministries, and because of this, we continue to have more Latiné pastors coming out of our Metropolitan Chicago Synod.
Additionally, our synod has a Latinx strategy and a very active Latinx strategy group led by Maria Rojas-Banda, a pastor on synod staff. The group rotates the location of their meetings among the various Latiné churches in the synod, deepening our connections. They help plan events for the synod, support the strategy and serve in an advisory role to the synod in matters related to funding Latiné ministries.
On a congregational level, I continue to serve the same community I became part of so many years ago, Trinidad Lutheran Church in Chicago. Once a month, we serve between 80 and 100 people in the community who are either unhoused or experiencing homelessness. Trinidad may not be the largest or most affluent church, but we still want to serve and connect with our neighbors. Not only to give food but also to give a sense of With us, you are home. We open our doors, and should you stop by, we will always make sure you leave neither hungry nor thirsty. This way of being speaks to one of the unifying factors you’ll encounter in Latiné communities. We all had that abuelita (grandmother) or tia (aunt), who would always feed us whenever we would visit. Hungry or not, you would be provided for physically and spiritually because entering their home meant you were home too. I’m reminded of that during the monthly meals at Trinidad. We sit with people and share a meal. We play music, we sing, we dance, and it feels like familia (family).
Cuban American theologian Ada Maria Isasi-Diaz defined the term lo cotidiano as “the daily lived experiences that provide the ‘stuff’ of our reality.” In many ways, this is how the Latiné community shows up and shows love. It is how, as a church, we show faith—lo cotidiano.
What gives you hope?
Hope is hard, especially with all the challenges people of color face in the church and the world because the church is a reflection of what goes on in the world.
But then I think about my people and my community, and I can’t help but find hope. I see it with the elders, the viejitas y los viejitos (old ladies and old men), who say, “Donde comen dos comen tres” (Where two can eat, three can eat). I see it when we are compelled to give what we have for others because our moms or abuelas or dads taught us it is the right thing to do. I see hope when the little man with the walker at church insists on setting the tables. We have to believe he can do it, or he’ll give us an earful. I watch him carry one chair at a time even though he is in pain. Our seniors don’t give up. “Aqui estamos y no nos vamos,” they say, “We are here, and we ain’t going nowhere.”
What do you pray for?
There is so much I pray for. I pray for my church, for strength. I pray for other Black, Indigenous and people of color who are leaders in the church. I pray for the church with a little c, because, for me, the church is its people. I pray that we can continue to see that God is with us, with all of us. I pray that we can continue to live our baptismal call and be a church that helps the neighborhood and feeds the stranger. I pray that we continue to grow and be church in the real world with and among the migrants, shootings and disasters. And in all of that, I pray that we can show up authentically and meaningfully. Escucha mi oracion Señor (Hear my prayer, Lord). Amen.