Del “deberá” al “será”

August 9, 2024

Recientemente, la legislatura de Luisiana aprobó una ley que obliga a todas las escuelas y universidades financiadas por el estado a exhibir los Diez Mandamientos de manera prominente en las aulas y cafeterías. Alabama, Oklahoma, Texas y Utah están considerando una legislación similar. Esto inicialmente parece benigno, y hasta beneficioso. Después de todo, en nuestra liturgia bautismal les pedimos a los padres y padrinos que prometan que enseñarán a los recién bautizados el “Padre Nuestro, el Credo y los Diez Mandamientos” (Libro de Liturgia y Cántico, página 72). Martín Lutero incluso colocó los Diez Mandamientos en primer lugar en sus Catecismos Mayor y Menor.

Claramente, los Diez Mandamientos son una parte importante de nuestra vida corporativa y personal.

Veamos más de cerca la interpretación luterana de los Diez Mandamientos. El primer uso de la ley es imponer la civilidad mediante la restricción legal y la amenaza de castigo. En pocas palabras, la ley restringe el impulso básico de cuidarse a sí mismo a expensas de los demás. Sin esto la vida sería violenta y caótica. El segundo uso de la ley es teológico. La ley acusa a los que la desobedecen y hace que los ofensores sean conscientes de su pecado y de la necesidad de perdón. En este sentido, la ley expone nuestra absoluta incapacidad de salvarnos a nosotros mismos y nuestra completa dependencia del don gratuito de la gracia de Dios. Con esto, los pecadores son condenados a muerte y los creyentes son resucitados a una nueva vida.

Hay un tercer uso de la ley del que Lutero habló poco y que ve a los mandamientos como una guía para los pecadores justificados. Los reformadores no querían que los mandamientos se convirtieran en un vehículo para la “justicia por obras” o, peor aún, para la justicia propia. La interpretación luterana es que guardar los Diez Mandamientos no hace que una persona sea santa o justificada; la muerte y resurrección de nuestro Señor son las que lo hacen.


La promesa cumplida por la muerte y resurrección de Cristo de que somos una nueva creación convierte a los Diez Mandamientos en promesas: de algo que debemos hacer a algo que Dios ciertamente hará y que será verdadero para nosotros.


Uno debe preguntarse con qué fin se están publicando los Diez Mandamientos. El argumento que se está presentando es que los Diez Mandamientos son un documento histórico. Otros podrían argumentar que la publicación de los mandamientos es para la edificación moral y ética de los estudiantes. Para los luteranos, los Diez Mandamientos no son un mero documento histórico, sino un texto sagrado. Los primeros tres mandamientos son explícitamente acerca de Dios. Los argumentos de aquellos que afirman que los mandamientos sirven como fundamento de la ley en este país, y por lo tanto publicarlos no va en contra de la Primera Enmienda de la Constitución, ignoran el contenido inherentemente religioso y el contexto de estas palabras de Dios.

Los luteranos tienen una larga tradición de formación catequética. Lutero escribió el Catecismo Menor debido a la lamentable ignorancia que encontró entre los pastores y la gente durante su visita a los sajones. El Catecismo Menor fue originalmente diseñado para que los padres instruyeran a sus hijos. Hoy en día, los pastores, diáconos o líderes laicos capacitados son quienes llevan a cabo esta instrucción para jóvenes y adultos en congregaciones y comunidades de fe. No se trata de una memorización o de la publicación de un texto antiguo para mostrarlo a la par de otros documentos históricos, sino de un encuentro teológico y espiritual que nos acerca a Dios.

Además, los luteranos (y los católicos) no numeran los Diez Mandamientos de la misma manera en que lo hacen otras tradiciones cristianas. Dios no quiera que se nos ocurra comercializar los Diez Mandamientos. Habría tazas y camisetas para la mayoría, y una sección separada para nosotros.

La promesa cumplida por la muerte y resurrección de Cristo de que somos una nueva creación convierte a los Diez Mandamientos en promesas: de algo que debemos hacer a algo que Dios ciertamente hará y que será verdadero para nosotros.

En la plenitud de los tiempos, cuando Dios sea todo en todos, mediante la gracia justificadora de Jesús, no tendremos otros dioses. No haremos mal uso del nombre del Señor nuestro Dios. Nos acordaremos del día de reposo y lo santificaremos. Honraremos a nuestro padre y a nuestra madre. No mataremos. No cometeremos adulterio. No robaremos. No daremos falso testimonio en contra de nuestro prójimo. No codiciaremos la casa de nuestro prójimo. No codiciaremos nada que pertenezca a nuestro prójimo. Esto ha sido obra del Señor y nos deja maravillados.

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