¡Feliz Año Nuevo!
January 6, 2017¡Ah, un nuevo año! Ante nosotros se abren infinitas posibilidades como libretas nuevas al inicio del año escolar o como el arranque de la temporada de fútbol americano en Cleveland: ¡todos empiezan con promedio perfecto, todos están invictos!
Al iniciar el nuevo año parece posible borrar los fracasos y las desilusiones del pasado, dejar atrás el viejo yo e iniciar una nueva vida. Bajo este resplandor, empezamos a hacer todo tipo de propósitos, no solo para arreglar nuestras vidas sino también para perfeccionar nuestro futuro. Es un espacio maravilloso de esperanza y posibilidades. También es efímero: amanece el 2 de enero.
Somos criaturas extrañas: limitadas y finitas, y sin embargo conscientes de lo infinito; marcadas por el quebranto, pero con el recuerdo del Edén. Creo que esta tensión se agudiza en momentos cruciales: el inicio de un nuevo año, de una empresa o de una relación, la mudanza a otro lugar o una nueva etapa en la vida. Sabemos, como escribió el salmista: “Pues lo hiciste poco menos que un dios, y lo coronaste de gloria y de honra” (Salmo 8:5).
Y sabemos que no estamos del todo bien “… pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).
Es un entendimiento muy luterano de la condición humana. Sabemos que somos santos y pecadores al mismo tiempo. Es cuando negamos esta verdad o cuando creemos que podemos componer al pecador y convertirnos en santos por nosotros mismos que nos metemos en problemas. Nuestros esfuerzos por alcanzar la perfección provocan frustración y verdadero dolor en nosotros y en los demás. Las exigencias que nos imponemos para poner nuestras vidas en orden, especialmente cuando no podemos lograrlo todo, nos llevan a la desesperación o, por lo menos, al fatalismo. O, creyendo que tenemos todo bajo control, podemos caer en la trampa de la santurronería.
Es aquí donde el gran don de la gracia, especialmente porque lo recibimos en el bautismo, nos ayuda a darle sentido a nuestras vidas y resuelve la tensión de los propósitos de Año Nuevo: reconoce que estamos quebrantados y borra la falsa esperanza o la carga intolerable de tratar de enmendarnos a nosotros mismos. “Trae consigo el perdón de los pecados, redime de la muerte y el mal, y otorga la salvación eterna a todos aquellos que lo creen, como declaran las palabras y promesa de Dios” (Catecismo Menor).
Y nos une a la muerte y resurrección de Jesucristo. “¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús, en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte? Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva” (Romanos 6:3-4).
Ya hemos experimentado la única muerte que realmente importa: hemos muerto al pecado y a su consecuencia, la muerte. Somos una especie de muertos vivientes. Con toda la fascinación de la cultura popular por los zombis, ¡tal vez hayamos encontrado un nicho de mercado!
Los propósitos de Año Nuevo pueden ser una carga porque, salvo los más disciplinados entre nosotros, es casi seguro que haremos los mismos propósitos el próximo año. Esa vieja criatura debe ser ahogada a diario, pero como escribió en una ocasión el teólogo Karl Barth: “esa vieja criatura es ahogada en el bautismo, pero es muy buena nadadora bajo el agua”.
Aquí es donde es necesario escuchar a Pablo en su carta a los romanos: –”Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios”– no como algo definitivo, ni como un garrote para controlar a la gente, sino como la verdad.
Lo siguiente que escribió Pablo es: “Por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó” (Romanos 3:24).
Ahora tenemos la posibilidad del arrepentimiento diario porque se nos ha otorgado el don de la nueva vida. Claro que se pueden hacer propósitos y tratar de cumplirlos, no porque nuestra vida dependa de ellos, sino porque somos libres. ¡Feliz Año Nuevo!
Un mensaje mensual de la obispo presidente de la Iglesia Evangélica Luterana en América. Su dirección de correo electrónico: bishop@elca.org.