¿Qué máscaras usamos todos?
January 7, 2022Durante una pandemia, prepararse para salir de casa —ya sea para ir al trabajo o hacer mandados— nos toma un par de pasos adicionales. ¿Qué tan concurrido va a estar el lugar al que voy? ¿Me acordé de traer una mascarilla? De todas las cosas que fastidian de esta pandemia, me parece una de las más molestosas es recordar que hay que cargar y usar una mascarilla. Las máscaras no son cómodas, pues hacen que sea más difícil entender las conversaciones y son un recordatorio diario de que aún no estamos fuera de peligro.
Permítanme ser clara: las mascarillas son una forma efectiva de detener la propagación de este terrible virus, y estaré usando una durante el tiempo que sea necesario. Insto a todos a que hagamos lo mismo. No se trata de una decisión personal, sino que es una manifestación física de que en el bautismo “nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás” (Romanos 12:5). El uso de una mascarilla es tanto para nuestra protección como para proteger a los demás. Seguiré usando la máscara.
Siempre he pensado que es una tontería representar a los bandidos y ladrones usando una máscara que solo les cubre de los ojos hacia abajo. ¿Qué clase de disfraz es este? Se les ven los ojos, el cabello y las orejas. Se les puede oír la voz. Se puede determinar su estatura. ¿De qué sirve?
Resulta que las personas videntes reciben una enorme cantidad de señales no verbales de la cara de alguien. Los bebés pueden leer caras incluso antes de que su vista esté completamente desarrollada. Una increíble cantidad de comunicación es posible incluso cuando se interactúa con alguien que habla otro idioma.
No creo ser la única que hace esto, pero mentalmente relleno cómo se ve una persona detrás de la máscara. Hago determinaciones sobre la edad y disposición de una persona, por no mencionar las características físicas. Resulta que cuando llego a ver la cara de alguien sin la mascarilla, siempre he estado equivocada. Esto podría ser tan benigno como no haber imaginado que una persona tenía bigote o hasta suposiciones más significativas sobre el carácter de la persona.
Les pongo máscaras a las personas incluso cuando no están usando una máscara real.
Les pongo máscaras a las personas incluso cuando no están usando una máscara real. Esta persona es blanca, o esta persona es joven, o esta persona es negra, o esta persona es asiática/isleña del Pacífico, o esta persona es árabe/del Oriente Medio, o esta persona es latina, o esta persona es vieja, o esta persona es agricultora, o esta persona es urbana, o esta persona es luterana. Usted puede rellenar la lista. Atribuyo características a todas estas personas sin realmente verlas.
Y luego me pregunto sobre las máscaras que yo uso. Esposa, hija, madre, hermana. Pastora, amiga, la OBISPA PRESIDENTE (¡imagínese!). El personal de la oficina ha identificado lo que llaman mi “Cara de Reina” cuando las interacciones se ponen tensas,
¿Qué máscaras usamos todos? Algunas son apropiadas —no tenemos que exteriorizar nuestros sentimientos frente a todo el mundo todo el tiempo. Es bueno que tengamos límites— algunas máscaras son necesarias para la seguridad. Pero ninguna de ellas es lo que somos realmente, y todas nos toman energía.
A medida que hemos estado regresando a la adoración en persona y una vez más celebrando la comunión, he sido testigo de un hermoso fenómeno. Cuando las personas se acercan para recibir la hostia, se quitan momentáneamente las mascarillas. Una por una, frente al cuerpo de nuestro Señor, se revelan a sí mismas y son reveladas. Aparecen sus caras. Sin mascarilla. Sin cobertura. Sin defensa. No hay necesidad de defensa. En ese instante, ya no llevan la carga de usar la máscara de su demografía, herencia o etnia. Ya no están llamados a ser estoicos.
En ese momento se dan cuenta en la tierra de lo que sabremos en el cielo: Dios nos ve. Dios nos ama. En Dios encontramos nuestro verdadero ser. Encontramos descanso.
Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido (1 Corintios 13:12).