Hora de un reinicio
March 3, 2022En los primeros siete capítulos de Génesis, pasamos rápidamente de la gloria de la creación a la desobediencia, de la expulsión del huerto y el fratricidio a la maldad de la humanidad. Leemos: “Al ver el Señor que la maldad del ser humano en la tierra era muy grande, y que todos sus pensamientos tendían siempre hacia el mal” (Génesis 6:5). La hermosa creación de Dios, en armonía consigo misma y con su creador, se había descarrilado por completo. Dios había dado la creación como un regalo, y este fue rechazado. Era hora de un reinicio.
“Se arrepintió [el Señor] de haber hecho al ser humano en la tierra, y le dolió en el corazón. Entonces dijo: ‘Voy a borrar de la tierra al ser humano que he creado. Y haré lo mismo con los animales, los reptiles y las aves del cielo. ¡Me arrepiento de haberlos creado!’” (Génesis 6:6-7). Luego, en el capítulo 7, tenemos el diluvio.
Esta es una historia del profundo y terrible dolor de Dios. El amor nos creó por amor. Y ahora esta terrible traición mueve a Dios a destruir su preciosa creación. Otra parte de esta tragedia es que la desobediencia y la arrogancia humanas resultaron en la destrucción de la creación. Para mí es demasiado profundo comprender la intensidad del horror de Dios al contemplar cuán torcida se había vuelto la humanidad y su agonía al enviar el diluvio.
Algunos días —o si soy honesta, muchos días— quiero presionar el botón de reinicio. Seguimos atrapados en esta pandemia. El mundo entero está ansioso, enojado y afligido. Y aunque el mundo está viviendo esto juntos, no todas las personas se ven afectadas por igual. Algunos (yo entre ellos) tienen acceso a vacunas, atención médica, un hogar seguro en el que refugiarse y el privilegio de trabajar en casa. Y esta es solo una pandemia.
Existe la continua pandemia de inequidad racial. Cuando recito el juramento a la bandera, quiero creer que somos un pueblo “con libertad y justicia para todos”. Ya sea que veamos las desigualdades raciales al descubierto, sintamos que la libertad es amenazada por los mandatos del uso de mascarillas y de vacunarse, o veamos que son amenazados los derechos de voto —posiciones todas expresadas por miembros de esta iglesia— es dolorosamente claro que no estamos viviendo según esa promesa. Hay fuerzas sociales que buscan separarnos y ponernos unos contra otros. Y mientras escribo esto, Rusia parece estar a punto de invadir Ucrania y sumir a Europa en la guerra.
Una y otra vez la humanidad ha traicionado la esperanza que Dios tiene para nosotros. Dios declaró que la creación era muy buena. Pero nos hemos quedado cortos. Sin duda, debe ser momento para hacer un reinicio. Puedo pensar en cómo reiniciaría. Muchas otras personas de nuestra iglesia que han sido heridas por la sociedad, e incluso por la ELCA, tendrían casos legítimos de lo que necesita ser reiniciado. Y me pregunto, si todos nosotros presionáramos simultáneamente el botón de reinicio, ¿nos anularía eso a todos?
Y Dios dijo a Noé: “Este es mi pacto con ustedes: Nunca más serán exterminados los seres humanos por un diluvio; nunca más habrá un diluvio que destruya la tierra” (Génesis 9:11). Curiosamente, el arco iris es el signo de este pacto con toda la creación, un arco iris que solo sale después de una tormenta. Este es el reinicio de Dios.
Estamos en una tormenta. De ninguna manera minimizaría ni silenciaría el dolor real experimentado por nuestra gente. Pero quiero mostrar la verdad y la promesa del máximo reinicio de Dios: la muerte y resurrección de Jesús. En este acto de redención, Dios ha traído la reconciliación de todas las personas y de toda la creación. Este reinicio, aunque no se realiza completamente, nos da una manera de hablar y escuchar la verdad unos de otros.
Jesús dijo: “Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”. (Juan 8:32).